martes, 30 de octubre de 2012

LLUVIA

Caen las primeras gotas de otoño en Madrid y empiezan las discusiones de si la lluvia es buena o no. Que si a mi me gusta más el calor. Pues para mi la lluvia es bonita, etc… Y siempre sale alguno diciendo que es un mal necesario pero que “si no podía llover directamente en los embalses”.

Y en cierto modo, no le falta razón, porque si hemos llegado a la luna, si estamos pensando en mandar una misión a Marte, ¿no podríamos dedicar un poco de dinero (ese I+D del que tanto se habla) a intentar controlar el tiempo?. Pero no en plan Sean Connery en “Los vengadores” (por cierto, hay películas malas, pésimas, infumables y luego está esta), si no, en plan “necesito que llueva en mi huerto”, pues llamada al ayuntamiento de turno y mandan unas cuantas nubes. O “se acerca el verano y nos estamos quedando sin agua en el pueblo”, pues se mandan lluvias a los embalses y listos. O “se ha producido un incendio en una zona inaccesible para los bomberos”, se lleva allí una gran tormenta y se acabo con el fuego.

Esto sería bueno incluso para que nuestros dirigentes. Que hay una manifestación de ciudadanos quejándose de recortes, de la mala gestión del gobierno, pues el Ministerio del Tiempo (podríamos llamar así al ministerio que controlara estos temas), envía una tormenta perfecta al sitio de la manifestación y se quita de en medio manifestaciones y manifestantes presentes y futuros. Como veis todo son ventajas.

Pero bueno, dejemos de divagar y decir tonterías para centrarnos en el verdadero problema de la lluvia. Los atascos, diréis algunos. Las inundaciones diréis otros. Pues no, la verdadera lacra de la lluvia es LA GENTE CON PARAGUAS. ¿Por que, si hay que tener carnet para conducir o una licencia para poder tener armas, nadie se ha planteado algo parecido para llevar paraguas?.

Yo no soy especialmente alto, pero siempre me cruzo con alguien más bajo que yo que esté a punto de clavarme una varilla de su paraguas en el ojo. Y que me decís de esos que lo llevan abierto pero van por los soportales. Aunque te los encuentres sin llevar tú paraguas, ellos no se apartan y o te clavas las varillas de sus paraguas o te tienes que salir del soportal y mojarte.

Y luego están los que se quedan esperando el bus debajo de la marquesina con el paraguas abierto, mientras otros que no tienen, se mojan fuera. O los que lo llevan cerrado pero como si fuera una espada y con el movimiento del brazo al andar, parece que te lo van a clavar.

En resumen odio los paraguas, porque si es muy grande no sabes donde meterlo cuando no llueve. Y si es pequeño, cuando llueve, te mojas igual que si no llevases.

Como diría Aznar (al que algún día dedicaremos un post), vaya coñazo que he soltado y todo porque cuando he salido a la calle esta mañana y estaba lloviendo me he puesto a silbar “Singing in the rain” y no sabía de que escribir para que encajara el maravilloso baile de Gene Kelly. Lo siento, la próxima vez seré más directo. Disfrutad del genio.

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