Años sesenta. Franco está en su apogeo, nadie en España le lleva la contraria pero hay una cosa que le está desquiciando y le quita el sueño, Juan, el nuevo jardinero del palacio de El Pardo. Cada vez que Franco se cruza con él, este le saluda llamándole “Don Claudio”, y esto a Franco le enfada muchísimo.
Sale Franco por la mañana, y cuando el coche pasa al lado de Juan, este se toca el sombrero, baja la cabeza y dice “Buenos días Don Claudio, que tenga buen día”. Cuando vuelve a comer y Juan está regando, igual, “Buenas tardes, Don Claudio”.
La mujer de Franco le nota nervioso y le pregunta el porqué.
-Nada, el nuevo jardinero, que creo que debe ser comunista o algo peor. Está todo el día riéndose de mi.
-¿Y porque piensas eso?
-Por que siempre que me encuentro con él, me saluda diciéndome Don Claudio.
-Eso no puede ser, le oirás mal.
-¿Siempre le voy a oír mal? Vamos a hacer una prueba, luego salimos los dos al jardín y pasamos a su lado a ver si tengo razón. Y como la tenga, lo mato allí mismo.
-Venga, ya verás como te equivocas. No hay español vivo que se atreva a meterse contigo.
Y así hacen, después de comer salen los dos al jardín y van paseando como si nada, buscando a Juan. Le ven que está podando unos árboles y se acercan a él.
Juan, cuando los ve, se baja de la escalera, y dice:
-Buenas tardes, Don Claudio y señora.
La mujer de Franco no da crédito y le dice a Juan:
-Oiga usted, ¿por qué llama Don Claudio a mi marido?
-Pues verá, como sabrá llevo poco tiempo trabajando aquí y todavía no tengo la suficiente confianza para llamarle CLAUDILLO.
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